20.8.05
Mis noches de marcha
Hay cosas en la vida que te suben la moral. Normalmente son estupideces, pero cuando te pasan te sientes bien, que es lo que importa.
Acabo de llegar a casa de salir por Madrid, y es sin duda de los días que más cansado he llegado. No he tomado alcohol, ni he bailado nada, no son aún las 2 y media, y ahí es donde reside la extravagancia del caso.
Resulta que vivo donde el diablo perdió el poncho, y solo tengo búhos que lleguen a mi pueblo los viernes y sábados, uno a la 1:15 y otro a las 3:15. La alternativa es tomarme uno que llegue hasta Parla y llamar a mi viejo para que me vaya a buscar en coche, y de esos hay uno cada hora.
La cosa es que yo salí con tiempo suficiente para llegar a la parada del búho a la 1:15, (Realmente había tiempo, Mari) pero iba en metro con mi amigo Luis Diez, y por viajar más paradas juntos, no hice el camino ideal en metro. Finalmente nos despedimos en Sol, donde yo me bajaba para tomar la línea 1 hasta atocha. Eran ya la 1:00 de la mañana, y cuando llego al andén correspondiente, veo en el letrero luminoso: "Próximo tren: 13 min".
Entonces abro mucho la boca y los ojos, y unas niñas que había en el andén se asustan bastante. Acto seguido, pronuncio entre dientes una frase que incluía defecar en algo no muy concreto, y salgo pitando de allí.
Soy un desastre. Para casi todo. Y encima si voy sobrio me tomo este tipo de situaciones bastante peor, y tengo menos imaginación que el resto del tiempo. Para colmo ese "Para casi todo" incluye "Para andar sin perderme por el centro de madrid". De forma que comparé el plano del metro con el plano zonal, me dije: "Hacia el sudeste". Elegí la salida del metro que me convenía y salí pitando.
Ah, cuando voy sobrio, para colmo aprovecho "mejor" los ciclos de reloj, de forma que en mi huida, me paro en la taquilla del metro y no se me ocurre otra cosa que decirle a la taquillera: "Perdone, ¿como se va hasta Atocha?" Entonces la señorita me miró como pensando "Este chico es más estúpido de lo que parece" y me responde: "Por la línea 1". Claro, yo sonrío, y le replico, "No, pero ... andando". Lógicamente, ella no supo que responderme mientras terminaba de sacar la conclusión de que "_realmente_ las apariencias engañan".
Y yo no tenía tiempo de contarle mi vida, porque ya serían casi y cinco, así que tiré, corrí hasta que la calle carretas dejó de llamarse carretas, y luego tiré hacia el oeste. De repente dejaron de sonarme los nombres de las calles y me frenó un poco el cansancio y un grupo de chavales a los que no conseguía adelantar. Entonces empecé a ver carteles de Lavapiés nosequé y Lavapiés nosecuantitos, y fui consciente por primera vez en mi vida de dónde queda Lavapiés.
Eran ya y diez, y tenía la esperanza casi más perdida de lo que estaba yo, cuando oigo a uno de estos chavales pronunciar la dupla que me hizo encontrarme, junto con mi esperanza: Antón Martín. Y así, como iluminados por un rayo de sol a la 1 y 11 de la mañana, apareció ante mí la boca de metro, una calle llamada Atocha, y recuperé las fuerzas para un último aliento.
Y tiré. Cuesta abajo. La gente no sabía hacia qué lado apartarse, casi me trago a uno que se me cruzó para tirar algo en una papelera.
Giré finalmente la esquina y allí había un bus! la 1:16! la última vez, llegué a y 18, y el bus que había era ya el de Parla, para salir a y media.
Pero esta vez era él!! Era el mío! Con las pocas fuerzas que me quedaban, subí los escalones y pregunté por si acaso al conductor, si llegaba el bus hasta mi pueblo, (era increíble para mis sobrios ojos).
Hubiera bailado y cantado de alegría. Pero tenía los muslos demasiado agarrotados.
Acabo de llegar a casa de salir por Madrid, y es sin duda de los días que más cansado he llegado. No he tomado alcohol, ni he bailado nada, no son aún las 2 y media, y ahí es donde reside la extravagancia del caso.
Resulta que vivo donde el diablo perdió el poncho, y solo tengo búhos que lleguen a mi pueblo los viernes y sábados, uno a la 1:15 y otro a las 3:15. La alternativa es tomarme uno que llegue hasta Parla y llamar a mi viejo para que me vaya a buscar en coche, y de esos hay uno cada hora.
La cosa es que yo salí con tiempo suficiente para llegar a la parada del búho a la 1:15, (Realmente había tiempo, Mari) pero iba en metro con mi amigo Luis Diez, y por viajar más paradas juntos, no hice el camino ideal en metro. Finalmente nos despedimos en Sol, donde yo me bajaba para tomar la línea 1 hasta atocha. Eran ya la 1:00 de la mañana, y cuando llego al andén correspondiente, veo en el letrero luminoso: "Próximo tren: 13 min".
Entonces abro mucho la boca y los ojos, y unas niñas que había en el andén se asustan bastante. Acto seguido, pronuncio entre dientes una frase que incluía defecar en algo no muy concreto, y salgo pitando de allí.
Soy un desastre. Para casi todo. Y encima si voy sobrio me tomo este tipo de situaciones bastante peor, y tengo menos imaginación que el resto del tiempo. Para colmo ese "Para casi todo" incluye "Para andar sin perderme por el centro de madrid". De forma que comparé el plano del metro con el plano zonal, me dije: "Hacia el sudeste". Elegí la salida del metro que me convenía y salí pitando.
Ah, cuando voy sobrio, para colmo aprovecho "mejor" los ciclos de reloj, de forma que en mi huida, me paro en la taquilla del metro y no se me ocurre otra cosa que decirle a la taquillera: "Perdone, ¿como se va hasta Atocha?" Entonces la señorita me miró como pensando "Este chico es más estúpido de lo que parece" y me responde: "Por la línea 1". Claro, yo sonrío, y le replico, "No, pero ... andando". Lógicamente, ella no supo que responderme mientras terminaba de sacar la conclusión de que "_realmente_ las apariencias engañan".
Y yo no tenía tiempo de contarle mi vida, porque ya serían casi y cinco, así que tiré, corrí hasta que la calle carretas dejó de llamarse carretas, y luego tiré hacia el oeste. De repente dejaron de sonarme los nombres de las calles y me frenó un poco el cansancio y un grupo de chavales a los que no conseguía adelantar. Entonces empecé a ver carteles de Lavapiés nosequé y Lavapiés nosecuantitos, y fui consciente por primera vez en mi vida de dónde queda Lavapiés.
Eran ya y diez, y tenía la esperanza casi más perdida de lo que estaba yo, cuando oigo a uno de estos chavales pronunciar la dupla que me hizo encontrarme, junto con mi esperanza: Antón Martín. Y así, como iluminados por un rayo de sol a la 1 y 11 de la mañana, apareció ante mí la boca de metro, una calle llamada Atocha, y recuperé las fuerzas para un último aliento.
Y tiré. Cuesta abajo. La gente no sabía hacia qué lado apartarse, casi me trago a uno que se me cruzó para tirar algo en una papelera.
Giré finalmente la esquina y allí había un bus! la 1:16! la última vez, llegué a y 18, y el bus que había era ya el de Parla, para salir a y media.
Pero esta vez era él!! Era el mío! Con las pocas fuerzas que me quedaban, subí los escalones y pregunté por si acaso al conductor, si llegaba el bus hasta mi pueblo, (era increíble para mis sobrios ojos).
Hubiera bailado y cantado de alegría. Pero tenía los muslos demasiado agarrotados.
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Curioso. Según lo iba leyendo me he visto reflejado en muchas partes. Tal vez sea el sino de los que dependemos de autobuses concretos para llegar a casa.
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